Después de más de 19 años de vivir la consultoría en Gestión Integral, posiblemente lo más importante que he aprendido de este oficio sea que en nuestro país, y seguramente en toda Latinoamerica y muchos otros países del mundo, el consultor debe ser un verdadero "luthier" de instrumentos de gestión.(Luthier: persona que construye, ajusta o repara instrumentos musicales de cuerda).
Hablo de ser un luthier en el sentido que, como consultores, debemos construir instrumentos de gestión: herramientas y metodologías, que se adapten a nuestra realidad y cultura, así como afinar las importadas de otras culturas y ambientes de gestión.
Para muchos de nuestros empresarios, su entorno de gestión no es una amplia avenida perfectamente pavimentada en la cual se pueda mover una lujosa limusina, sino que es una verdadera trocha llena de obstáculos, donde lo más adecuado para su desempeño sería utilizar un yipao (campero "Jeep" modificado que se utiliza en los complicados caminos de la región andina colombiana).
Lamentablemente, en muchas organizaciones y por diversas razones, se tienen estacionadas, o se usan para desplazarse a 20Km/hora y en cortos trayectos, verdaderas limusinas de las herramientas de gestión. Cualquier malpensado podría creer que sólo se adquirieron para alimentar el orgullo de algunos gerentes que se ufanan de mostrar que se encuentran en la cresta de la última ola de gestión o de la tecnología, y que su compañía está en condiciones de adquirir cualquier herramienta o metodología que haya sido lanzada recientemente en Harvard o cualquier otra prestigiosa universidad.
El ejemplo típico de una de estas limusinas de las herramientas de gestión, es el Balanced Scorecard (Cuadro de Mando Integral), herramienta poderosísima, pero muy compleja en su concepción, de difícil y costosa implementación, que en muchas ocasiones, más que en una ayuda real en la toma de decisiones (objetivo final de la gestión), se convierten en una carga para más de un empleado que se ve obligado a padecerla.
A más de una empresa de las mencionadas anteriormente, les hubiese sido más práctico primero generar la cultura y las competencias en medición, control y autocontrol en su personal, para luego construir los cuadros de mando de las áreas de gestión, los cuales, de ser necesario, estarían soportado en software sencillo y de bajo costo.
En este orden de ideas, a los consultores nos corresponde adaptar y afinar, actuando como luthiers, aquellas herramientas o metodologías que ya han adquirido las organizaciones y que no se están usando, o peor aún, que se usan y no dan los resultados que de ellas se esperan.
Ahora bien, como los instrumentos de una orquesta, por afinados que se encuentren no se tocan solos y la música que de ellos sale no es armoniosa a menos que los músicos no sean altamente competentes, a los consultores en muchas ocasiones nos corresponde ampliar nuestro rol más allá de ser luthiers y nos ponemos el sombrero de facilitadores e instructores.
Es por lo anterior que a partir de este momento declaro que mi oficio es y será en el futuro "Luthier de instrumentos de gestión".